domingo, 9 de marzo de 2008

Mi vida sin CES

Todavía me acuerdo del susto que llevaba encima el primer día. Después de dos años de vida laboral en una empresa francesa de cuyo nombre no quiero acordarme, mis huesos daban en una escuela privada de la que esperaba una situación mucho más hostil.
Azar o casualidad, aquel día me senté al lado de Tito. Fue el principio del fin, la debacle, el nacimiento de una era y el primer paso para formar un núcleo indestructible. Delante teníamos a Sergio y a Carlos, y Adrián estaba por ahí, lejos. Desde aquel momento hasta el de escribir estas líneas, puedo asegurar que no hay un solo mal recuerdo.
Podría decir que primero fue una especie de paseo triunfal. Lo cierto es que fue muy divertido y, en lo personal, una forma de darle rienda suelta a mi lado creativo, tan oculto e introvertido durante toda mi vida. Los brainstorming para el corto o para la emisora de radio eran cinco imbéciles compitiendo por ver quién decía la parida más gorda, y eso se notaba y se agradecía. Y además tuvo muy buenos resultados. El corto, Ciudadano Juan, arrasó. Las prácticas de radio tuvieron unos resultados muy notables en lo académico. Y el resto de prácticas pues... tuvieron efectos nocivos en nuestras respectivas saludes mentales.
He dicho que podría decir que primero fue una especie de paseo triunfal, pero para mí no tanto. Acabé el curso haciendo recuperaciones de radio, comunicación audiovisual (asignatura de la que recuerdo esta gran frase Nacho, nuestro profesor: "pucio, prepucio y postpucio: todo junto es una polla") y SMT. Esta última la he recuperado este año, porque yo lo valgo. En todo caso, segundo ha sido otro cantar. Principalmente por las prisas de hacer todo un curso en cinco meses plagados de festivos, segundo porque el temario me resultaba de todo menos interesante (salvo postproducción... que alguien me regale un Mac con Protools) y tercero porque uno es de letras y aquí había mucho cálculo que hacer. En consecuencia, mis días en el CES no han terminado y el martes volveré por allí a recuperar SIE. La tradición manda.
Y en lo personal... pues qué voy a decir. Haberme cruzado con estos cuatro elementos en mi camino ha sido un placer enormaco, y espero que los caminos se crucen muchas veces en el futuro. En todo caso, no han sido los únicos. He tenido la suerte de caer en una clase con una calidad humana impagable... desde la buena de Milagros, esa santa mujer cuyos apuntes tenemos todos, hasta el Vasco; ese hombre hipermusculado que sacaba su tupper de arroz en los recreos. Sin olvidarme del paisano Carlos D., del rastas del Kike, del punkie del Nacho, de Adrián el rapero (carpaccio Adrián, carpacio para todxs...), de Eva Negane, de Nacho el fabricante de mandobles (saca la runa...), de Guzmán "el hombre de la patada de 200kg", de los isleños que a veces venían por clase... Y qué decir de las tonterías propias de la edad, como los cadáveres exquisitos, las fábricas hinchables de cosas hinchables, "los cojones" y otras payasadas similares que amenizaban muy alegremente las tediosas horas de clase teórica. Supongo que a día de hoy son esas estupideces las que quedan en la memoria. Eso y los comentarios neonazis de según qué profesor. Ja ja... qué risas. Sí.
El martes será, espero, el último día que pase por allí. Dos años quejándome de los madrugones y al final hasta lo voy a echar de menos...

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